Obras Misionales Pontificias nació, en el siglo XIX, por iniciativa de unas mujeres laicas al descubrir la necesidad de cooperar con los misioneros que habían salido de su tierra y estaban anunciando el Evangelio en la misión. Su relación personal con algunos los misioneros franceses fue la ocasión para poner en marcha esta corriente de solidaridad con las Iglesias nacientes o en estado inicial de formación. La ocasión de este servicio misionero es el contacto personal con los misioneros y misioneras que permanecen en la misión. La Iglesia asume esta iniciativa no como un simple instrumento colaboración económica con los viven la precariedad, sino de un medio para promover el intercambio de bienes materiales y espirituales.
La necesidad de fortalecer esta relación personal con cada uno de los que han partido para la misión es el alma de este servicio de la Iglesia. La cooperación misionera no es unidireccional, que reduciría las ayudas a una simple donación de los que tienen a favor de los menos agraciados. Nada más ofensivo y humillante. Nada más lejano de la caridad cristiana. Unos y otros –los de aquí y los de allá- tienen mucho que dar, y mucho que recibir.
Nadie es tan rico que no necesite de nada ni nadie tan pobre que nada pueda dar. Esta dicotomía se supera con la relación personal entre unos y otros. También en el ámbito de la cooperación misionera.
En esta orilla se sitúan los que entregan su tiempo, sus talentos, su creatividad, sus bienes, su oración. En la otra, los misioneros y misioneras que, además, entregan su vida. Obras Misionales Pontificias tiene la misión de establecer y favorecer estos puentes de relación. Para ello nada mejor que fortalecer el contacto personal, más allá del institucional. Tarea hermosa, humana, de justicia y sumamente gratificante. Relación con cada uno de los misioneros y misioneras que permanecen en la misión de manera estable, pero siempre con la “mochila” preparada para salir a los lugares donde sea más necesario su servicio. Relación de los voluntarios que colaboran, en su mayoría, de manera anónima con la misión. Relación con los donantes que con tanta generosidad entregan sus aportaciones y en justa correspondencia tienen derecho a que se les justifique el final y destino de sus donativos. Relación con quienes piden información y formación sobre la vida y trabajo de los misioneros, a través de las publicaciones periódicas.
Se hacía urgente la puesta en marcha de una herramienta que favoreciera la respuesta a esta demanda. Había que asegurar la fiabilidad de los datos personales para favorecer el permanente contacto con unos y con otros. Dos dificultades salían al paso de nuestro intento: el peligro de que muchos quedaran en el olvido dada la tendencia natural del misionero a no aparecer en primera línea de la información, y la escasez de recursos técnicos a nuestro alcance. A ello se añadía la diversidad en las fuentes de información sobre misioneros y misioneras, así como de donantes, voluntarios y suscriptores.
Desde principios del año 2000 Plan Alfa, después Integra, atendía el servicio informático de las OMP. Siempre había respondido con acierto a nuestras necesidades. Esta era una de nuestros principales retos: Disponer de un servicio informático en el que pudiéramos almacenar de manera ordenada todo los datos personales de misioneros, misioneras, voluntarios, donantes, colaboradores y suscriptores. Relación diseminada en las 69 Direcciones diocesanas y en la Dirección nacional, con el agravante de que en cada caso su registro también era autónomo. Era necesario crear un soporte informático que garantizara las siguientes dimensiones, sin entrar en aspectos técnicos que no son de mi competencia:
- Fiabilidad. Sólo las personas autorizadas, en la Dirección nacional para el conjunto de la información y en las diócesis en cada caso deberían tener acceso al programa. El programa debería garantizar que cualquier modificación en los listados debería queda reflejado en el conjunto. Fidelidad y eficacia
- Confidencialidad. Sólo las personas autorizadas pueden conocer los datos registrados, y por lo mismo solo estas personas –en la Dirección nacional y en las Direcciones diocesanas- puede introducir modificaciones.
- Actualidad. La movilidad de los misioneros y el constante fluir de voluntarios y donantes reclaman que estos listados deban estar permanentemente actualizados, sin demora ni inversión de tiempo. Ha de ser un programa de fácil uso, sin complicaciones técnicas, al alcance de personas no técnicas, pero disponible para asegurar su actualización.
- Legalidad. La aprobación de la Ley de Protección de Datos y su legítimo cumplimiento hacía necesario este esfuerzo y compromiso legal.
Después de la implantación de este servicio técnico Obras Misionales Pontificias agradece a Integra que haya captado, desde el principio, la específicas necesidades de este servicio eclesial con complejidad. Obras Misionales Pontificias no una “empresa” al uso, ni siquiera eclesiástica. Han sido necesarias largas conversaciones para el recto discernimiento de lo que debía ser registrado o quedar excluido. Agradece la atención personal de sus técnicos para ir solucionando con eficacia profesional las sucesivas incidencias que iban surgiendo en el largo proceso de su implantación. Incidencias que en la mayoría de los casos venían originadas por las lógicas consultas provenientes de las oficinas diocesanas, ya que las personas encargadas de su implantación y actualización son en la mayoría de los casos voluntarios y voluntarias carentes, como es natural, de una formación informática básica y elemental. A pesar de ello podemos ratificar que en la actualidad los programas para el listado de misioneros y misioneras, para el listado de donantes, colaboradores y suscriptores están funcionando conforme nuestros requerimientos y expectativas. Con esta experiencia contrastada, a primero de año, incorporaremos un nuevo programa para el listado de voluntarios y voluntarias que cada día son más numerosos, y su disponibilidad para ayudar en la animación y cooperación misionera es impagable.
Con este servicio informativo la Dirección nacional de las Obras Misionales Pontificias, y en lógica correspondencia cada una de las Direcciones diocesanas, han dado un salto de calidad en la relación personal con cada una de las personas que tiene una relación con la actividad misionera de la Iglesia. El anonimato que reclaman para sí y para los demás quienes gustan de vivir el ocultamiento en el ejercicio de la caridad está asegurado no sólo por cumplir la Ley y el derecho a la intimidad, sino por el respeto que nos merece cada persona que tiene alguna relación con nosotros. Reiteramos nuestra gratitud a Integra y a sus técnicos, y nos alegra dar fe de ello en un medio de difusión en el ámbito educativo.
Anastasio Gil García
Director nacional de las Obras Misionales Pontificias
1 de Febrero 2016
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