La aplicación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la educación formal se ha producido principalmente desde los procesos de administración y gestión de los centros educativos. Las pocas incursiones en los aspectos pedagógicos han sido poco eficaces y desorientadas, por lo que no ha llegado a extenderse su implantación.

La primera de las causas de esta situación viene dada, cómo no, por la dirección que toman las inversiones económicas en nuestras sociedades actuales. Y es que, resulta relativamente barato adaptar al ámbito educativo los recursos TIC generados para el ámbito empresarial (para los que sí hay inversión y ya ha sido suficientemente amortizada), obteniendo una potente herramienta que cubre todas las exigencias requeridas para la gestión y administración telemática de un colegio.  Por otro lado, los aspectos pedagógicos, los verdaderamente importantes para los centros docentes, ni tienen un ámbito del que alimentarse tecnológicamente para adaptar los recursos encontrados, ni mucho menos, han logrado la inversión necesaria para desarrollarlos específicamente. Así, tradicionalmente ha quedado del lado del profesorado la responsabilidad de adaptar los recursos generalistas existentes en el mercado. Aún cuando poco a poco han ido apareciendo contenidos digitales y software educativo curriculares, también ha sido el docente quien ha debido incorporarlos en su programación de aula con imaginación y audacia, o como en el caso del software de autor, quien los genera.

La lógica evolución y la mera observación de la tendencia editorial actual, que ya apuesta por la elaboración de materiales digitales en masa, predice una incorporación global de las TIC en la educación, de forma que el profesorado pueda disponer de un espacio virtual propio, con contenidos digitales desarrollados por expertos, que tratan los diferentes aspectos del currículum, adaptados a los distintos niveles educativos y las materias, e incluidos en la programación. No obstante, si dejáramos así el panorama, estaríamos rebajando al maestro a una posición de mero instructor, que únicamente emplea los recursos que le proporciona una editorial, de la manera y forma que ella dice. Por tanto, es imprescindible que las aplicaciones educativas permitan la adaptación por parte del profesor, tanto en su forma de aplicación como en su temporalización, como en cualquier otro aspecto pedagógico. Y esto, debe ser un proceso sencillo, que facilite la tarea de adaptación sin necesidad de que el profesor sea un experto informático, ni tan siquiera usuario avanzado. Así pues, si lo que pretendemos es evitar los errores del pasado e intentar que los contenidos digitales y el software sean adecuados, se deberán cumplir los siguientes requisitos mínimos:

  • Que sea de sencillo manejo.
  • Que permita la adaptación a las circunstancias específicas del aula.
  • Que se integre en la programación de aula.
  • Que se encuentre integrado en un espacio virtual propio del profesor.

Aún cumpliendo estas cuatro líneas maestras, la aplicación no tiene por qué ser la más adecuada. Como cualquier recurso didáctico, deberá ser evaluada por el docente para garantizar el acierto en su elección. Más adelante trataremos este aspecto, pero antes, debemos considerar las consecuencias pedagógicas de su diseño, lo que nos aportará pistas para la evaluación.

DISEÑO DEL SOFTWARE EDUCATIVO Y CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS

El diseño de software educativo se distingue del resto de software porque ya nace como recurso didáctico, es decir, que es creado con la intención de que sea aprovechado por la comunidad educativa. Por este motivo, su estructura, contenidos, metodología, objetivos, etc. van a estar muy ligados a la teoría del aprendizaje desde la que se conciba, desde una teoría conductista, o desde una teoría constructivista. La informática es un medio que deja atrás el concepto de “posibilidad de interacción”, pues sin la interactividad no funciona. Todo recurso didáctico informático va a ser interactivo, porque lo requiere el medio en sí. La cuestión estará entonces en el grado de interactividad que supone la herramienta que manejemos.

La teoría conductista está ligada a la perspectiva técnica del currículum, en la que se entiende por éxito educativo a la reproducción de la manera más fielmente posible, de los contenidos, procedimientos, etc. que han sido dictados previamente por el enseñante. A priori parece que una teoría basada en el método de aprendizaje tradicional, magistral, memorístico… no tiene cabida en un entorno que hemos definido como eminentemente interactivo. Sin embargo, en la actualidad una gran parte de los programas del mercado se sitúan en torno a este paradigma, con grado de interacción mínimo y con una espera de retroalimentación predeterminada, constreñida, coercitiva y única.

La evolución de las TIC hacia la llamada Web 2.0 y su aplicación a la educación, hace que el modelo de escuela actual se dirija hacia métodos de aprendizaje constructivistas, en los que no se pretende que el discente reproduzca la información planteada (sea la fuente el maestro o un programa de ordenador) sino que elabore su aprendizaje a partir de diversos orígenes. Esto genera una multiplicidad de respuestas tan amplia como usuarios utilicen el sistema, pues además de que son utilizadas diferentes fuentes de información, el alumnado incorpora sus apreciaciones particulares, que enriquecen el conjunto. La importancia depositada en la observación de múltiples puntos de vista y la participación activa que requiere por parte no únicamente del educando, sino de toda la comunidad educativa (pues se deben generar y regenerar procesos de aprendizaje que no permiten la estandarización) promueven la autonomía de aprendizaje del discente. La tendencia es hacia el aprender a aprender por sí mismo, cada vez más independientemente de la labor del maestro, del profesor o de la familia. Las funciones por tanto del educador, además de ser cada vez menos instructivas (como ya se ha venido viendo por las tendencias educativas actuales) se prevén cada vez más relacionadas con la orientación acerca de los caminos a elegir por el estudiante para crear su conocimiento.

EVALUACIÓN DEL SOFTWARE EDUCATIVO

En primer lugar, debemos asentar la base de la evaluación del software en que un profesor que se sitúe en una perspectiva no ya crítica, sino al menos práctica del currículum, debe valorar y sopesar ventajas e inconvenientes de todo recurso que introduzca en el aula. No aceptará sumisamente cualquier material, herramienta, etc. que le llegue a las manos y le garanticen que es adecuado, sino que tratará de comprobarlo por él mismo.

Podemos argumentar varios propósitos de la evaluación del software. Si valoramos su carácter formativo, el propósito será el de mejorar el programa. Esta es la principal finalidad de las entidades programadoras. En segundo término podemos establecer la importancia de descubrir la eficacia instructiva, de lo que se deduce que se requiere un análisis comparativo tanto del programa con otros programas, como del programa con otros medios no informáticos. Por otro lado, mediante una observación directa, lograremos determinar lo que de verdad ocurre cuando se utiliza el programa, ya que puede tener unos fines pero no llegar a cumplirlos, o incluso que se den cita otras circunstancias que no se tenían en cuenta, ya sean de carácter positivo o negativo. Por último, no debemos olvidar la función predictiva de toda evaluación, que trata de comprobar sus características para su selección. Esta última función de signo predictivo al que aludíamos en líneas anteriores, es la que nos interesa como profesorado, ya que la única manera que tiene el maestro a la hora de decantarse por la aplicación de cualquier recurso didáctico es la de observar sus características previamente a su aplicación y tratar de predecir de qué manera se comportará en el aula. En realidad, el docente siempre evalúa previamente todo recurso que se plantea utilizar, pero le es tan cercano y conocido que lo hace de manera natural e inconsciente. El ámbito informático supone una adaptación cualitativa muy importante en este aspecto, pues aún no le es próximo y no se encuentra habituado a este entorno. Por otro lado, este recurso tiene un grado de complejidad sustancialmente mayor que cualquier otra, por lo que hasta un experto en la materia necesita instrumentos de evaluación (no necesarios para otros recursos) y disponer de mayor tiempo que para cualquier otro medio.

CRITERIOS Y FÓRMULAS PARA LA EVALUACIÓN Y SELECCIÓN DEL SOFTWARE EDUCATIVO

Con respecto a los criterios a tener en cuenta a la hora de seleccionar el software educativo, podemos resumirlos en una frase: los mismos que utiliza el profesorado para la evaluación de cualquier otro material, aun no siendo de origen informático. Por lo tanto deberá atender a cualidades técnicas (informáticas), pedagógicas, estructurales, estéticas… Vamos a enumerar ejemplos de las dos más importantes cualidades, las técnicas y las pedagógicas, que serán los criterios determinantes sobre los que nos guiaremos:

CRITERIOS INFORMÁTICOS:

  • Grado de interactividad que permite con el usuario.
  • Funcionamiento (sencillez/dificultad de uso, compatibilidades, velocidad de ejecución de las órdenes y de respuesta, etc.)
  • Manual de instrucciones.
  • Compatibilidad con otros sistemas y entornos ajenos al programa.
  • Compatibilidad multimedia.
  • Recursos multimedia que utiliza.
  • Sistema (base de datos, tutorial, simulador…)
  • Capacidad de trabajo en red.
  • Velocidad.
  • Servicio de mantenimiento y atención al cliente ofrecido.
  • Etc.

CRITERIOS PEDAGÓGICOS:

  • Modelo de aprendizaje que suscita.
  • Cumplimiento de los objetivos pedagógicos marcados.
  • Adecuación (al estadio evolutivo, al contexto…)
  • Metodología utilizada.
  • Acompañamiento de guía didáctica.
  • Grado de profundización de contenidos.
  • Estructuración y calidad de los contenidos.
  • Actividades cognitivas que promueve (psicomotricidad, memoria, comprensión, cálculo, análisis, orientación espacial, expresión oral…)
  • Área o áreas a las que se adscribe o es válida.
  • Grado de autonomía que permite.
  • Propuestas evaluativas del sistema.
  • Capacidad para ser integrada en una plataforma virtual de aprendizaje.
  • Etc.

En lo referente a las fórmulas para la evaluación y selección del software, son variadas, pero resulta recomendable la conjugación de todas para garantizar un máximo acierto, sobre todo en las primeras valoraciones del evaluador novel. En primer lugar se puede comenzar por una clasificación en función del tipo de aplicación de que se trata, de las características educativas y de la corriente pedagógica que lo sustenta. Es recomendable seguir con posterioridad un método que, de la manera más objetiva posible, valore las características del sistema (informáticas y pedagógicas) de las que puedan derivarse su aplicabilidad. Para ello se presenta como medio ideal la utilización de listas de control.

Las listas de control tratan de tener en cuenta todos los aspectos posibles que pueden darse cita en cualquier software educativo. De esta forma, al ser observados de uno en uno, se garantiza la objetividad, controlando variables subjetivas que pueden influir en la decisión (como ofertas de la empresa, estética atractiva, buena campaña publicitaria, predisposición del evaluador frente a la herramienta o la entidad…). Además, aseguran que el evaluador no se olvidará de ningún aspecto. Consisten en una serie de preguntas que van contestándose una tras otra. Pueden ser de carácter cualitativo, cuantitativo o mixtas. Las preguntas suelen ser cerradas, aunque una buena lista de evaluación contará con lo cambiante del ámbito informático. Resulta conveniente que las primeras veces se utilice una lista ya elaborada, pero poco a poco, a medida que el maestro adquiere experiencia, recopilará lo mejor de varias en una nueva distinta a todas ellas, llegando a la elaboración de una propia.

Por último y antes de tomar la decisión final para seleccionar el software, con la visión global que le proporcionan los datos previamente recogidos, es aconsejable que el profesor valore los aspectos positivos y negativos más importantes, tomando la decisión siempre que merezca la pena asumir las inconveniencias, porque los beneficios las superen con creces. En caso contrario, se debería continuar la búsqueda de un material más adecuado.

Una vez seleccionado y aplicado, el docente no debe bajar la guardia, pues nadie mejor que el profesional de la educación sabe que desde la práctica es desde donde más se aprende. Por tanto, la evaluación del programa informático debe continuar durante su utilización (a modo de evaluación formativa) y al concluir su uso (a modo de evaluación final o sumativa). De esta forma se logrará alcanzar una completa, adecuada, enriquecedora y provechosa valoración del software educativo.

Dr. Rodrigo Ferrer García
Director Pedagógico, EDUC@MOS

11 de Noviembre de 2008